16 de diciembre de 2013

Antaño en los lagares (V)




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Hecho el destete, se procedía a limpiar el lagar, el orujo se lo llevaba el tío Toribio de Fuentelisendo o el Pecho de Aranda, repartiendo la venta según el memorial. La llave, que durante el lagareo la había guardado el mayor cosechero, "mayoral", era guardada por el mayor aparcero del lagar.

El último día se merendaba mejor: lomo de cerdo, pollo de corral, conejos o congrio y como vino no faltaba, acababan bastante contentos.

Los cubillos nuevos se "calaban" con vino bueno. El de las primeras "tarjas", era más claro, mientras que el de las últimas era más tinto y de inferior calidad.

Las cubas y cubillos, se mantenían destapados mientras duraba la fermentación y se limpiaba la "nata" con frecuencia. Hacia finales de noviembre, el mosto casi era vino, bueno que: "Por San Andrés el mosto vino es" o "Por San Andrés el vino nuevo añejo es". Cuando terminaba la fermentación "espumaban" las cubas en cuadrillas, que consistía en limpiar la tela que se formaba en la boca para beber unos vasos o jarros para probarlas. Entonces se tapaban las cubas con una tapa de madera y cuando se "echaban", que era cuando se ponía la "canilla", la tapa se cerraba herméticamente con céspedes del arroyo generalmente.


Hecho el vino, parte de ello se vendía. Los "corredores", que eran los encargados de enseñar las cubas que se querían vender, hacían la "corambre", probaban las pellejas, las limpiaban, inflaban y hacían las "botanas", parches o remiendos y se decía: "Nadie diga de nadie, que somos de carne humana y no hay pellejo de vino que no tenga botana".


Los propietarios de las cubas compartidas, quedaban de acuerdo para vender el vino a los corredores: Colás, Paco ... Probaba el vino el "arriero", el que venía a comprarlo, y ajustaban el precio por cántara. En la última oferta del arriero, el propietario debía rematar diciendo: "a tanto libre", es decir, que no daban comisión al corredor.

Estas pequeñas pinceladas sobre la vida de antaño en los lagares, fue posible escribirlas gracias a la buena memoria y colaboración de Federico y Amancio con los que compartimos algunas tardes de principios del verano de 2001.


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