9 de diciembre de 2013

Antaño en los lagares (IV)

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Los tiradores repartían el vino a las distintas bodegas: La de Juanario, El Paseo Zorrilla llamaban al recorrido hasta la de Cipriano por lo lejos que estaba. Había también cubas famosas como: La Cubona, por lo grande que era, en la bodega de Los Cantos. La Canela, porque hacía buen vino en la bodega de Eulogio de Hoz. La Chamorra que llenaban Inocente y Celedonio, que era un buen envase. El Basto, "cubato" (cuba pequeña) del tío Simón.

 Había bodegas de varios propietarios y para el control de lo que metía cada uno, se reunían al final del día para "contar" las cántaras. De ahí que persista el vocable "contador" para denominar a los merenderos actuales. En una palo de zarza partido por la mitad, se hacían "tarjas", marcas. Tantas tarjas como cántaras metidas, debiendo coincidir el número de tarjas de las dos mitades de la zarza al ponerlas juntas.

La labor de los tiradores era a veces peligrosa debido al "tufo" generado por las fermentaciones del mosto en las bodegas. En una ocasión, en la bodega de Inocencio no querían entrar los tiradores debido al tufo, y él les dijo: "¡Como no tenéis ..., entraré yo!". Entró y cayó fulminado, aunque eso sí, no soltó la boca de la pelleja hasta que no le sacaron arrastras.

Para evitar cualquier percance se tenía la precaución de encender un candil y si se apagaba es que había tufo y no se podía entrar. Antes de vendimiar o mientras el lagareo, se lavaban las cubas y cubillos. Muy doloroso fue el hecho ocurrido en una ocasión, cuando el hijo de (no recordamos los nombres), entró en la cuba para sacar las heces y como se vio afectado por las emanaciones producidas por éstas, entró su padre para auxiliarle y se quedaron los dos.
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