13 de febrero de 2019

"La Mujer Muerta", de cerca


En varias ocasiones hemos publicado fotografías de "La Mujer Muerta", tomadas desde el Páramo de Corcos. En esta ocasión y aunque la fotografía la hemos hecho con el móvil, hemos pasado muy cerca. La Mujer Muerta también se ve desde la ciudad de Segovia. Reproducimos a continuación una de las leyendas que explican su nombre. 



La Mujer Muerta es un grupos de montañas llamadas La Pinareja (2.200 metros), La Peña del Oso y Pico de Pasapán que se encuentran situadas en la sierra de Guadarrama y que son perfectamente visibles desde Segovia  y cuando nos acercamos desde Madrid. Tiene la forma de una mujer tumbada, dormida o muerta, cubierta por un velo y con los brazos entrecruzados.

Sobre el horizonte de la ciudad de Segovia divisamos la inconfundible cadena de montañas en la que se aprecia claramente la silueta de una mujer tendida, con los brazos sobre su pecho, como muerta. Tal es así que ese conjunto de montañas se llama “La mujer muerta”. Desde el acueducto, desde el alcázar, desde cualquier punto situado en la ciudad es posible identificarla. Un capricho de la naturaleza convertido, además, en una leyenda, o en varias. Por si fuera poco el extraordinario prodigio natural, las distintas estaciones del año se encargan de vestir el cuerpo yacente de la mujer. Del verde primaveral, al blanco del invierno, pasado por el amarillo y ocre del verano y otoño. Por si fuera poco, el sol se encarga de proporcionarnos la luminosidad adecuada a cada hora y momento del día. La luna, cuando es llena, viste de plata su figura. Como es lógico, sobre tan extraordinaria mujer se han inventado varias leyendas que justifican su presencia y creación, como no, divina.
De rodillas, la reina dirige sus ojos al cielo. Ha salido a buscar a sus dos hijos que se han citado para matarse y heredar el trono a su muerte. Perdida y desesperada, se dirige a Dios, como reina y como madre. Y le pide, con lágrimas en los ojos, que detenga a sus hijos. Que no permita que luchen a muerte. Él se llevó a su esposo, el rey, cuando los príncipes eran aún niños y ella tuvo que reinar y educarlos a la vez. Un pesado yugo para el que no estaba preparada. Mantuvo la paz en su reino pero descuidó la educación de sus hijos. No supo ver que aquellos juegos infantiles en los que sus hijos jugaban a ser reyes y a pelearse entre ellos terminarían despertando la ambición en cada uno de ellos.  Pero ahora era tarde. Ambos hermanos, gemelos e iguales en apariencia y en sentimientos, se habían citado en el campo de batalla. No podrá soportar la muerte de uno de ellos. Ofrece a Dios su vida por la de sus hijos. Quería que sus hijos vivieran en paz y que compartieran el trono. Ella entonces se encontraría allá arriba con su amado esposo y serían felices por toda la eternidad.
Una suave brisa se levanta en ese momento. Luego, las nubes cubren el cielo. Y comienza a llover. La madre continúa sus plegarias al cielo. Este parece responderle con la tormenta. El agua de lluvia cae sobre su frente y se mezcla con el sabor salado, más bien amargo, de sus lágrimas. Después, aquella fuerte lluvia se convierte en una intensa nevada. La madre sigue rezando, ajena a lo que está sucediendo. Siente un intenso frío de muerte. Luego, de repente, nota que una luz cegadora la ilumina y ya no siente nada….
Mientras, los dos bandos que se han citado en la llanura para enfrentarse detienen su marcha. El viento suave parece susurrar que se detengan. Es como la voz de una mujer. Pero siguen su marcha. Entonces la brisa se convierte en un fuerte viento que sopla con tanta fuerza que levanta una gran polvareda y obliga a avanzar a ciegas. Pero siguen su camino. Un fuerte trueno asusta a los caballos mientras anuncia una fuerte tormenta que comienza a caer. Pero todos avanzan dispuestos a la lucha. Entonces, la lluvia se convierte en una intensa nevada. Se preguntan cómo es posible que nieve en el mes de julio. Los caballos no pueden seguir avanzando y los que no se pierden, regresan a la aldea.
Solo quedan los dos hermanos, buscándose uno a otro entre las tinieblas. Se buscan horas y horas entre la nieve. Ambos se encuentran entonces frente a frente. Pero algo ha cambiado. Ante ellos se eleva  una inmensa montaña de nieve que antes no estaba. Los dos hermanos miran la montaña y tiran sus espadas. Ambos están perdidos e invocan a Dios para que les ayude. Entonces se les aparece un ángel. Les cuenta como su madre ha dado su vida por la de uno de ellos. Se ha sacrificado por su ambición. Y les dice que la montaña que se levanta ante ellos es el cuerpo de su madre cubierto de nieve. Los dos hermanos caen de rodillas sollozando, lamentando a la ceguera de su odio. Se abrazan. En ese momento, una brisa semejante a la voz de su madre les dice la felicidad que esta siente ante la reconciliación de sus hijos. Les pide  que gobiernen juntos en paz y armonía. Ella se quedará allí, como una gran montaña que servirá de abrigo a la ciudad que se construirá a sus pies: Segovia. En muchos días despejados, cundo la silueta de las montañas se recorta sobre el azul del cielo, es posible ver dos nubecillas, tal vez sus hijos, que se acercan a ella, para besarla.