3 de mayo de 2015

Santa Juana de Haza: Vida y milagros (Máximo López en Diario de Burgos)(II)


Santa Juana de Aza

Máximo López Vilaboa / Aranda - domingo, 3 de agosto de 2014
La aún beata madre de Santo Domingo de Guzmán es venerada desde hace siglos por los habitantes de la comarca ribereña

Ayer, 2 de agosto, se celebraba la fiesta de Santa Juana de Aza, la madre de Santo Domingo de Guzmán, la fiesta de éste es el 8 de agosto.
 Grabado de 1828 que representa el sueño de Juana de Aza. Archivo de Máximo López



No obstante la fiesta de Santa Juana de Aza se celebra en Caleruega el 18 de agosto, para conmemorar su intervención milagrosa al salvar el pueblo de un incendio provocado el 18 de agosto de 1868. Aunque la madre de Santo Domingo no es oficialmente santa, sino beata, en la Ribera del Duero siempre se ha hablado de ella como Santa Juana de Aza. Durante siglos tampoco había sido reconocida oficialmente como beata y fue el Papa León XII quien en 1828, mediante un procedimiento de beatificación especial, confirmó su culto que ya se venía realizando desde tiempo inmemorial en Castilla y en toda la orden de los dominicos. Juana Garcés, como se llamaba en realidad, nació hacia el año 1135 en la localidad ribereña de Aza. Se casó con Félix Núñez de Guzmán, de familia noble, y tuvo varios hijos en la también ribereña localidad de Caleruega: el Venerable Antonio, Manés de Guzmán (beatificado por el papa Gregorio XVI en 1834) y Santo Domingo de Guzmán (1170-1221), que fue canonizado en 1234 por Gregorio IX. Juana de Aza murió en Caleruega el 2 de agosto de 1205, tras una vida absolutamente normal para una mujer de su época. Con toda probabilidad no salió nunca de la comarca de la Ribera del Duero a lo largo de su vida. El tercer embarazo de Juana fue muy problemático, con muchos dolores y unos ardores como que le quemaban por dentro y que no le dejaban ni conciliar el sueño. En una de estas ocasiones se quedó medio dormida y tuvo una visión: en su vientre tenía un cachorro que llevaba en la boca una antorcha encendida con una gran llama de fuego, después veía cómo el perro salía de su vientre e incendiaba el mundo. Con gran preocupación peregrinó hasta el monasterio de Santo Domingo de Silos para rezar ante el sepulcro del santo benedictino y encomendarle el buen desenlace del embarazo y obtener consuelo ante la inquietante visión. Cuando estaba rezando se le apareció Santo Domingo de Silos y le dijo que tendría un hijo que sería un gran santo y que su doctrina iluminaría a toda la Humanidad, igual que la antorcha que portaba el perro. Estas circunstancias han hecho que Santa Juana de Aza sea invocada ante los problemas surgidos durante el embarazo.
Cuando nació el niño decidieron ponerle el nombre de Domingo en agradecimiento a la intercesión del santo de Silos. Los hechos misteriosos no terminaron aquí sino que, tal como nos cuenta Fray Serafín Tomás Miguel en su Historia de la vida de Santo Domingo de Guzmán (1705), en su bautizo también se vio la intervención divina: «A pocos días de nacido el santo le llevaron a la iglesia de San Sebastián, parroquia de Caleruega, para que recibiera el santo bautismo. Túvole en brazos, y fue su madrina, o madre espiritual, una virtuosa y noble matrona, llamada doña Veneranda. Concluida la función del Bautismo, restituyeron al infante a casa de sus padres; y estando ya su madrina en la suya en oración, le envió el Señor un sopor extático, y en él una visión admirable. Veía en el éxtasis al niño Domingo y que tenía en la frente una estrella de tan crecida luz y resplandor, que con sus rayos ilustraba el mundo y llevaba de luz y claridad toda la redondez de la tierra. Despertó de este sueño celestial la virtuosa matrona, y llena de admiración y gozo fue a casa de la Santa doña Juana, y le contó la visión que de su hijo la había dado el Señor, quien quiso manifestar con tan fausto indicio el oficio y empleos del recién nacido infante y las grandes cosas a que le tenía destinado su altísima providencia, que no era menos que alumbrar los entendimientos de los mortales e ilustrar las almas con su predicación y enseñanza, guiándolas en la noche de esta mortal vida, para que atendiendo a la luz de su doctrina los hombres (como a estrella Polar) navegasen con seguros rumbos en el mar de este mundo, hasta tomar el puerto feliz de la bienaventuranza». La pila bautismal es la misma que durante siglos han recibido este sacramento los miembros de la Familia Real española. Hay otro milagro atribuido a Santa Juana de Aza, que también sucedió en Caleruega y que vamos a leer a través de las palabras contenidas en el Compendio de memorias históricas de la Beata Juana de Aza, publicado en 1829 para documentar la confirmación de su culto. El relato dice que Juana de Aza «era muy compasiva con los pobres, de manera que hallándose en cierta ocasión ausente su venerable esposo don Félix, quizá disponiéndolo así el Señor, al oír y contemplar nuestra Beata Juana las miserias de los afligidos y necesitados, no satisfecha con haberles distribuido cuantiosas limosnas, les fue repartiendo después una cuba de vino generoso, regalando con él a los pobrecitos enfermos. Al volver de su viaje el expresado don Félix a Caleruega, salieron a recibirle sus parientes y amigos, y no faltó quien le refiriese la distribución del vino que su esposa, la Beata Juana había hecho a los pobres. Al llegar a su palacio don Félix ordenó a su consorte en presencia de toda la comitiva, que sirviese un poco de vino generoso a los que le habían acompañado. Temerosa la gran sierva de Dios, que de excusarse pudiese resultar algún trastorno en la casa, quiso en persona bajar al sitio en que estaba del todo vacía la cuba referida; y puesta de rodillas en él hizo al Señor la oración siguiente: «Señor mío Jesucristo, aunque yo no soy digna de ser oída por mis méritos, dignaos empero oírme por los de mi hijo Domingo vuestro siervo, que tengo consagrado a vuestro divino culto». Efectivamente nuestra Beata Juana tenía bien conocida la santidad de su hijo; de manera que levantándose llena de una fe sólida, y firme confianza, se dirigió inmediatamente a la cuba, que encontró llena de un vino preciosísimo: y repitiendo humildes gracias al Señor, regaló con él a su esposo don Félix y demás que estaban presentes, quienes no pudieron menos de quedar llenos de asombro, y de venerar la santidad de nuestra Beata Juana, en quien el Altísimo acababa de obrar tan estupendo prodigio». La bodega de Santa Juana de Aza se conserva aún en el interior del monasterio de las Dominicas de Caleruega.



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