Es 14 de julio de dos mil uno. Ha refrescado y llueve ... sigue lloviendo. Parece tiempo de vendimia ... los racimos, los cestos, las cuadrillas, los lagares ...
Guardaviñas en La Rubiera
Recuerdo que antaño era necesario el permiso del Jefe de la Hermandad para poder traer uva a casa de tus propias viñas, para comer. Como hoy, las uvas eran un tesoro, pero había una gran diferencia, entonces había necesidad y se ponían guardas para que nadie hiciera suyo lo ajeno. Los vecinos, por turno, recorrían los caminos para vigilar. Era la patrulla. Se vigilaba desde los guardaviñas de algunos majuelos. Se ataban los perros para que no comieran los racimos de los planteles.
También entonces se esperaba hasta la maduración óptima de la uva para comenzar la vendimia. Se acordaba su inicio en una reunión de todo el pueblo. Tras el bando del alguacil y el repique de campanas se podía vendimiar, pero si alguien lo intentaba antes, era multado.
Remontándonos más atrás, existen en nuestro archivo municipal, (que por cierto, esperamos verlo clasificado algún día), documentos curiosos como el de la fotografía adjunta, datado el 29 de septiembre de 1.880 en el que D. Julián Martínez dirigiéndose al "Sr. Alcalde e individuos del Ayuntamiento Constitucional de Fuentemolinos" solicita el inicio de "las operaciones de vendimia y recolección del fruto de la vid" y se decreta por el Ayuntamiento la concesión del permiso con la indicación de "avisando a los linderos".
Las cuadrillas comenzaban la recogida de los racimos en un ambiente festivo. Se daban los "lagarejos", se almorzaban las típicas patatas arregladas con sebo y en la comida los garbanzos, repollo, tocino, chorizo y machorra (oveja). A pesar de ser un trabajo duro, la fiesta continuaba por las noches en los salones de baile de Martín e Hilario.
La uva se recogía en los canastos y se depositaba en los cestos de mimbre, que se transportaban con los carros
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