Es una gozada!», comentaba orgulloso el párroco de La Real y Antigua de
Gamonal al comprobar el elevado número de niños y niñas bautizados durante el
pasado año que recibían la bendición de la Virgen de las Candelas. Cuarenta y
dos pequeños -y sus madres, padres o abuelas- renovaron la tradición cristiana
que llevó a María a presentar a Jesús en el templo. Lo hicieron en dos turnos,
antes y después de la Misa de la Luz, ya que hubo algún que otro problema con el
tema de los horarios y los programas festivos.Pero nadie se quedó sin acudir a
la pila de la parroquia, encender la vela o alzar a los hijos en brazos.
Domiciano Juarranz guió la celebración hablando del papel de los padres,
los divinos y los terrenales, y el de los hijos. El párroco echó mano incluso de
un recuerdo personal, al mencionar cómo en el funeral de su madre quiso resumir
todo lo que quería decirle a su progenitora en una sola palabra: gracias.
«Porque me diste la vida y porque me diste también la vida eterna»,
añadió.
Con esas frases y el deseo de que los hijos presentes en la iglesia
pudieran agradecer a los suyos lo que hagan por ellos, Domiciano Juarranz hiló
el guión hacia el papel de la Virgen madre, «portadora de la luz», y hacia en el
de los padres terrenales: «Que seáis luz, esperanza, alegría y gozo», deseó a
los presentes. «No olvidéis que en las caricias de una madre Dios puso ilusión,
amor y verdad».
Cita anual. Las explicaciones sobre la tradición que hace que cada 2 de
febrero se repita en Gamonal esta ceremonia llegaron después de que la gran
mayoría de los pequeños se hubiese ya acercado a la pila bautismal. Después
llegó el momento de encender las velas que hacen honor a la Virgen de las
Candelas, que hablan de la luz a la que alude la misa y que, como en el
Bautismo, va unido a las renuncias a Satanás y la renovación de los votos de la
fe con un «sí, creo».
El tercer hito de una celebración en la que lo que predominó, como es de
imaginar, fueron las voces de los niños, los sollozos de algunos de ellos, sus
correteos y el trajín de los cochecitos aparcados junto a los bancos de la
iglesia, fue el de sujetar a los pequeños en alto «para realizar lo que la
Virgen hizo en el templo:presentar a su hijo y ofrecérsele a Dios».
Cumplidos estos símbolos, la Misa de la Luz continuó como cualquier otra
eucaristía, con peticiones, rezo del padrenuestro y la comunión.