Los últimos días de Agosto, José Luis, "el de Mélida", inició la cosecha de sus parcelas de lavanda, para llevarlas a la planta de transformación de Peñafiel, donde se convertirán en perfumes y fragancias, con base en el tradicional espliego de nuestros campos.
La máquina de recolección no es muy sofisticada. Una segadora, similar a las antiguas gavilladoras, corta los tallos de lavanda, que mediante un aspirador son transportados hasta un depósito, y todo manejado con un tractor convencional. Llena la tolva o depósito, se descarga en el camión que realizará el transporte.
En el campo, el aire nos hace llegar el agradable olor de las plantas recién cortadas y el pueblo se inunda de fragancias de lavanda, cuando el camión que las transporta lo atraviesa.