TROTABURGOS / Haza
Hasta el infinito y más allá
Su ubicación en lo alto de un cerro sorprende a quien circula por la N-122 a su paso por la Ribera del Duero. Conserva vestigios de su pasado fortificado y es un balcón al valle del Riaza.
Haza llama la atención de quien circula por la N-122 a su paso por la Ribera del Duero burgalesa. Es pequeña pero matona. Se erige imponente sobre un cerro a la vera del Riaza, seduce al visitante con su figura y le guía por una carretera serpenteante, con majuelos y campos de trigo y cebada a uno y otro lado, hasta su núcleo. En lo alto de la muela se encontrará con un pequeño pueblo como los muchos que dibujan la provincia burgalesa, apenas tres decenas de habitantes dicen la crónicas que lo moran hoy. Avivan cada día unas calles que aún conservan vestigios del importante pasado que en tiempos tuvo esta localidad.
Este poder empezó a ser en el siglo X al convertirse en uno de los primeros pueblos repoblados en el avance cristiano bajo el mando del conde Gonzalo Fernández, durante el reinado de García I de León. Un siglo después, a las órdenes del conde Sancho Garcés, se produce la conquista definitiva y los valles del Duero y el Riaza emprenderán una época de relativa tranquilidad que le sentará muy bien a esta villa, que torna en cabeza de la Comunidad de Villa y Tierra de Haza, que abarcaba otras 15 localidades de los alrededores.
«Tras pasar por las manos de distintos señores feudales -quizá los más famosos fueron los Garcíez de Haza- a finales del siglo XIV entró definitivamente en la órbita de los Condes de Miranda. A estos poderosos nobles, tan presentes en la Ribera del Duero, se debe la construcción de gran parte de las fortificaciones que se mantienen en pie», escribe Enrique del Rivero en el libro Rincones singulares de Burgos. IX La Ribera del Duero.
Aún hoy se conservan vestigios de este pasado de villa fortificada. Emerge rotunda la torre del homenaje del castillo, fechado entre el siglo XII y XIV, y, aunque a tramos, los paños de su muralla aún arropan el caserío que se pega a ella, aunque ahora, en vez de conversaciones de vigías escucha a las señoras mientras tienden su ropa al sol.
Dentro de ese área fortificada se encuentra la iglesia de San Miguel, de factura gótica con apuntes románicos, que guarda en su interior ocho tablas hispanoflamencas de finales del siglo XV con escenas de la infancia de Cristo y de la vida del santo al que se consagra el templo sobre el que llaman la atención todas las publicaciones que hablan de este municipio.
Una localidad que puede presumir de ser la cuna de Juana de Haza, la madre de Santo Domingo de Guzmán, fundador de la orden de los dominicos y patrón de la provincia de Burgos.
La historia labra sus piedras. Y también la naturaleza tiene mucho que decir. Se erige Haza como un monumental balcón al valle del Riaza, que desemboca en el Duero en la cercana Berlangas. Los chopos escoltan el discurrir del río y dibujan serpientes que cambian de color en cada estación, los campos de cereales se tumban al sol en verano y bailan bajo la lluvia en otoño, los majuelos salpican este lugar de Castilla dejando bien claro que el visitante se halla en tierra de vino, se advierten pueblos cercanos como Fuentecén, Hoyales de Roa, Berlangas de Roa, Adrada de Haza, Hontangas o Fuentemolinos y en lontananza hasta se divisa el páramo de Corcos. Hasta el infinito y más allá. Cielo y tierra.
Este poder empezó a ser en el siglo X al convertirse en uno de los primeros pueblos repoblados en el avance cristiano bajo el mando del conde Gonzalo Fernández, durante el reinado de García I de León. Un siglo después, a las órdenes del conde Sancho Garcés, se produce la conquista definitiva y los valles del Duero y el Riaza emprenderán una época de relativa tranquilidad que le sentará muy bien a esta villa, que torna en cabeza de la Comunidad de Villa y Tierra de Haza, que abarcaba otras 15 localidades de los alrededores.
«Tras pasar por las manos de distintos señores feudales -quizá los más famosos fueron los Garcíez de Haza- a finales del siglo XIV entró definitivamente en la órbita de los Condes de Miranda. A estos poderosos nobles, tan presentes en la Ribera del Duero, se debe la construcción de gran parte de las fortificaciones que se mantienen en pie», escribe Enrique del Rivero en el libro Rincones singulares de Burgos. IX La Ribera del Duero.
Aún hoy se conservan vestigios de este pasado de villa fortificada. Emerge rotunda la torre del homenaje del castillo, fechado entre el siglo XII y XIV, y, aunque a tramos, los paños de su muralla aún arropan el caserío que se pega a ella, aunque ahora, en vez de conversaciones de vigías escucha a las señoras mientras tienden su ropa al sol.
Dentro de ese área fortificada se encuentra la iglesia de San Miguel, de factura gótica con apuntes románicos, que guarda en su interior ocho tablas hispanoflamencas de finales del siglo XV con escenas de la infancia de Cristo y de la vida del santo al que se consagra el templo sobre el que llaman la atención todas las publicaciones que hablan de este municipio.
Una localidad que puede presumir de ser la cuna de Juana de Haza, la madre de Santo Domingo de Guzmán, fundador de la orden de los dominicos y patrón de la provincia de Burgos.
La historia labra sus piedras. Y también la naturaleza tiene mucho que decir. Se erige Haza como un monumental balcón al valle del Riaza, que desemboca en el Duero en la cercana Berlangas. Los chopos escoltan el discurrir del río y dibujan serpientes que cambian de color en cada estación, los campos de cereales se tumban al sol en verano y bailan bajo la lluvia en otoño, los majuelos salpican este lugar de Castilla dejando bien claro que el visitante se halla en tierra de vino, se advierten pueblos cercanos como Fuentecén, Hoyales de Roa, Berlangas de Roa, Adrada de Haza, Hontangas o Fuentemolinos y en lontananza hasta se divisa el páramo de Corcos. Hasta el infinito y más allá. Cielo y tierra.